Este Málaga hace tiempo que traspasó las líneas rojas que cualquier equipo serio se marca para una temporada. Este grupo es un despropósito futbolístico, un conjunto endeble mentalmente, vulnerable defensivamente y sumamente estéril en ataque. Pero además, es un equipo roto. Un alma en pena con mandíbula de cristal que camina con sonrojo por la Segunda División. Una tara que lo está condenando a galeras y que está por ver donde acaba.
La peor cara del Málaga volvió a hacer acto de presencia. Y no era un día para fallar, porque el descenso sigue estando ahí, a tiro de piedra, a seis puntos. Y porque cada vez parece más evidente que este Málaga no le va a ganar a nadie. En un partido donde el Málaga tenía que haber salido a morder, contemporizó. Y en un momento donde tenía que rebelarse, se dejó llevar.
Así que sí, es imposible así alejarse del descenso. Es imposible ganarle a nadie. Es imposible subirse al carro de este equipo o ilusionarse. Es imposible no pillar un berrinche. Es imposible planificar un desplazamiento masivo o es imposible ver más allá que del próximo partido.
Sin sangre
Comenzó el partido con las revoluciones muy bajas, conscientes de que los dos equipos no están para florituras. E incluso parecía un pacto de no agresión, porque no hubo hostilidades hasta bien entrado el partido. El primero que se acercó por el área rival fue Jairo, con un centro rato que Roberto remató de espuela flojo (22’).
Era curioso comprobar como a casi nadie le salía nada. Ni Paulino conseguía regatear, ni Vadillo rematar ni Roberto enturbiar. Eso sí, la fortaleza defensiva era el mejor argumento. No concedió prácticamente ni una el Málaga en la primera mitad, con Andrés Caro de lateral derecho y Escassi de central. Se lesionó Jairo y entró Hicham. Pieza por pieza.
Pero el Málaga se dio cuenta que el empate no le vale para mucho y apretó antes de irse al descanso. Primero con un control y disparo de Roberto dentro del área pequeña que paró Andres. Y luego un tiro de Vadillo que mandó a las nubes con mucho a favor.
El circo de los horrores
El paso por vestuarios debía cimentar esa idea final, la de buscar el área rival. Pero el circo de los horrores hizo acto de presencia. Dani Barrio, en un balón flojo y aparentemente controlado, no blocó bien abajo. Escriche lo aprovechó para asistir a Marc Mateu, que puso el 0-1 (47’) en el primer disparo a puerta visitante. El fallo es tan grosero que costaba creerlo. Y fue también tan inoportuno que casi ni extrañaba. Es el peaje del Málaga de casa semana. Siempre falla algo. Y esta vez fue el portero.
El Málaga estaba ko, no dio síntomas de rebelión tras el gol. Y diez minutos después, la fragilidad del Málaga volvía a quedar en evidencia. Robo en el centro del campo, Escriche entra sin oposición y cede a Seoane, que no perdona el mano a mano (58’). El Málaga perdía 0-2 y era un cadáver.
Natxo movió ficha. Metió a Antoñín y Brandon por Paulino y Vadillo. Y más adelante a Chavarría y Ramón. Pero no había noticias ofensivas del Málaga. El equipo ya estaba partido en dos y cada contra rival era una ruleta rusa. La tuvo Escriche en el 68’, Mikel Rico en el 86’ o el malagueño Joaquín en el 89’. Estuvo siempre más cerca el 0-3 que el 1-2. Y eso también dice mucho de este Málaga, que acabó el partido con gritos de “mercenarios” o “esta camiseta no la merecéis”. Y despidieron al equipo con una sonora pitada.
Quedan nueve partidos, nueve suplicios. 27 puntos en juego. Queda mucha tela por cortar y el Málaga no parece tener tijeras.