Podríamos decir la cantinela de una y otra vez: que jugando así, este equipo no desciende. O que con esta implicación, los resultados llegarán. Pero la realidad es que hoy había que ganar por lo civil o lo cirminal. Y el empate, un punto, no saca de pobre el Málaga, que ya mira cómo el descenso está a sólo un partido. La tragedia se masca en el ambiente. Porque el abismo ya está ahí. Y el abismo es muy oscuro. El Málaga jugó con una marcha metida por el ímpetu y las ganas de agradar, pero también con el freno de mano echado por el miedo a caer. Fue un equipo que lo intentó. Eso no se puede negar. Buscó la victoria. Pero también fue un bloque espeso y previsible. Y ante la falta de calidad en los metros finales y el buen posicionamiento ovetense, era como meter un elefante por una aguja.
El punto ya se verá la importancia que tiene en el futuro. Pero de momento mete en un lío gordo al Málaga porque la Real B ganó en el 95’ al Fuenlabrada. Están a dos. Y restan tres partidos, dos de ellos fuera. La sensación es que este Málaga no está roto ni caído. Que la lucha y la brega sigue muy latente. Pero con eso no es suficiente. El problema es que con las piernas y el corazón sólo no se gana. Hay que filtrar un pase, encarar, regatear, doblar con los laterales o disparar a puerta. Sí, tirar al marco rival, algo que sólo hizo el conjunto blanquiazul en una sola ocasión. Y eso que se jugaba la vida...
A lo mejor alguien no se ha dado cuenta que caer a Primera RFEF es la ruina deportiva. Es meterle otro tijeretazo al club. Y este, de los gordos. No se puede achacar la entrega del equipo, pero sí su fútbol. El Málaga controló al Oviedo hasta que a Genaro le duró la gasolina, que fue entrada la segunda mitad. Y los cambios no terminaron de revolucionar al equipo, de meterle esa marcha más y de entrar en el estado de trance que habría cambiado el choque. Todo ello en una fiesta blanquiazul, donde casi 22.000 almas mostraron su malaguismo en tiempo complicados para hacerlo. Respondió la grada, pero no acompañó el fútbol.
Salida contemplativa
No fue un Málaga arrollador. Salió con ímpetu el conjunto blanquiazul, pero el Oviedo tenía aprendida la lección. Y le metió cloroformo al balón para alargar los plazos y para enfriar el ambiente. El Málaga estuvo más espeso que de costumbre en el ataque, con menos movilidad y más paciencia. Sekou marcaba la última pica, pero no estaba fino. Y empezó a entrar el conjunto blanquiazul por las bandas, con un buen Víctor Olmo, que debutaba con buena presencia.
El lateral zurdo se metía por dentro y dejaba el desajuste para que Vadillo lo aprovechara. Del extremo gaditano fueron algunas acciones e incluso de Febas, que se dejó caer más por ese bando. El mediocentro puso un pase de la muerte que fue cortado por los rivales (12’). Era una declaración de intenciones.
Del Oviedo en ataque, sin noticias en la primera mitad. Eso sí, Borja Bastón se llevaba ‘el cariño’ del respetable cada vez que tocaba el balón. Lombán lo intentó en una falta lejana sin éxito y Jozabed, que lo había jugado todo con Guede, se tuvo que ir al vestuario por lesión. Entró Ramón por él. Más movilidad y más físico con el cambio. Y el primer disparo malaguista entre palos fue de Vadillo (35’), que no aprovechó una prolongación de Sekou para disparar bien cuando estaba libre de marca. E incluso un córner suelto en el área pequeña (38’), fue más clara si cabe. Al descanso, el cero a cero parecía evidente.
Jugar en el alambre
Estaba el Málaga jugando en el alambre con el resultado y necesitaba meter una marcha más. Pero la segunda parte arrancaba con el mismo control en ambos bandos. Nadie se salía del guión. Nadie mostraba una voz más alta que otra. Brugman lo intentó de lejos, centrado (68’). Y cambió el viento. Doble ocasión para los ovetenses, con un disparo de Montiel y Borja que casi llega para empujar en la línea. Además de la de Sangalli, que fallaba solo de cabeza en un córner (72’).
Guede movía ficha y metía a Chavarría y Kevin para intentar morder más. Pieza por pieza con Vadillo y Sekou (72’). Y sólo un minuto después, el lío. Una mano de David Costas en el suelo y dentro del área no la entendió el colegiado ni el VAR como penalti. El partido había entrado en ese momento en combustión con los dos equipos en busca de los tres puntos.
Una cesión de Dani Calvo atrás llevó el máximo peligro de la segunda mitad, pero Femenía estuvo atento (83’). El Oviedo se metió en su campo. O lo metió el Málaga. Pero el equipo de Guede rondaba el área rival. Y metió más madera con Roberto y Paulino por Febas y Brandon faltando cinco minutos de juego. Era el todo o nada. El empate no sacaba de pobre al Málaga. Pero los minutos pasaban sin acierto y con desconcierto. Habría sido muy ‘malaguista’ encajar en el descuento, pero al menos el Málaga no perdió. El tiempo dirá si el punto sirve para algo o es la crónica de una muerte ya escrita.