Malvive el Málaga en las catacumbas de la Segunda División desde hace ya varias temporadas. Da igual cuántas. Son demasiadas escuchando aquello de “campaña de transición”, “el objetivo es la permanencia” y otras sentencias que, no por duras y desagradables al oído del buen malaguista, dejan de ser muy reales. El club blanquiazul, por culpa de Abdullah Bin Nasser Al Thani y su prole, estuvo a nada de desaparecer. Y sólo lo salvó la acción de unos pequeños accionistas que, contra pronóstico, consiguieron apartarlo temporalmente -espero que para siempre- de la gestión. Eso y una plantilla y cuerpo técnico liderado por Sergio Pellicer que obró un milagro.
Fue a finales de febrero de 2020 cuando llegó un administrador judicial, José María Muñoz, que puso sentido común y tomó decisiones impopulares a la vez que imprescindibles para reflotar la nave. No sólo la sacó a flote sino que, con muchas dificultades, la condujo a puerto. Pero una vez allí, sólo ha podido seguir achicando agua, arreglando algunos desperfectos que, sin embargo, no permiten de nuevo adentrarse en alta mar. Eso es ahora mismo el Málaga. Un club que respira sin poder avanzar, que vive sin poder soñar.
La única forma que veo para volver a tener un proyecto ganador pasa por la llegada de un propietario que sepa de gestión deportiva, de números y de fútbol. Y que tenga la capacidad económica suficiente para, siempre con sentido común -el menos común de los sentidos-, hacer crecer a la entidad boquerona. No puede seguir estando en manos, dos años después, de un administrador que, por muy bien que lo haya hecho y según cuentan por las oficinas de Martiricos, le ha cogido el gusto a lo de dirigir el club y no muestra prisa alguna por dejarlo. Mal asunto. No es el dueño, no es el presidente y, por tanto, no puede hacer según qué cosas porque su rol está limitado. Sólo puede poner parches a lo que vaya surgiendo. No es suficiente. Por eso, si queremos un Málaga en Primera, el único camino pasa por un cambio en la cúpula. Y aun así, no habría garantías absolutas porque esto es deporte, mas seguro que existirían muchas más opciones de alcanzar el objetivo.
Claro que, para que eso ocurra, es necesario que se aclare definitivamente el reparto accionarial. Que el jeque deje de regatear a la justicia española. Que se sepa la intención de BlueBay. Leñe, que el nombre del Málaga CF desaparezca de los juzgados de una puñetera vez. Que haya estabilidad. Que haya inversión en el campo y fuera del mismo. Mientras todo eso no ocurra, el aficionado blanquiazul seguirá purgando sus heridas en campos de Segunda soñando con lo que fue este club y con lo que podría llegar a ser.