El Málaga está muerto. Es un cadáver andante. Un equipo sin alma, sin ideas y consumido por el miedo. Este equipo está en plena caída libre y está dilapidando una renta que le está llevando camino del abismo, del descenso. Esta noche era un cita crucial, una final a la que nadie se atrevía a ponerle tan alarmante calificativo. Y se perdió de la manera más estrepitosa y preocupante posible: sin dar ningún atisbo de haber peleado por la victoria. Porque caer contra el penúltimo, el filial de la Real Sociedad cargada de chavales y con bajas, supone meterse en un problema gordo y además deja una sensación alarmante. Todo ello con otro resultado sonrojante que demuestra que esta plantilla no le gana hoy en día a nadie.
Es duro decirlo, pero también es más complicado asimilarlo. Porque es increíble cómo se ha consumido este equipo en pocos meses, cómo se ha convertido en un grupo de jugadores que juegan sin pasión y que parecen no tener ni idea de lo que hay que hacer para competir. Se puede perder, pero la falta de ideas y de pasión en cada partido es inexplicable. Nadie regatea, nadie da un pase arriesgado, nadie tiene chispa, nadie tiene gol. Es un bloque gris, abatido y superado. Ahora mismo es el peor Málaga posible.
La puesta en escena no pudo ser más desesperante. Y es que no llegó a tirar el Málaga a portería hasta el minuto 62. Todo ello jugándose la vida como se la jugaba. Totalmente inexplicable e indefendible. Porque no hay argumentos para apoyar cómo el peor equipo de local no pasaba ni el más mínimo de los apuros ante este Málaga. Porque la Real Sociedad B no ganaba en casa desde la jornada 1.
Mención destacada merece también Natxo González. El efecto del técnico vasco ya está dilapidado. No funciona su libreto, si es que realmente ha llegado a tener alguno más allá de una idea de juego que parece antigua y obsoleta. No hay frescura, no ha habido cambio de chip en los jugadores, no hay alternativas a un Málaga quemado. Lejos de mejorar, que es lo que se busca con el cambio drástico de entrenador, el Málaga ha empeorado. Y ha quemado una bala donde no podía fallar.
Con todas esas taras el Málaga cae y cae. Se va a Segunda B y nadie parece ponerle freno a este esperpento. Está claro que no hay fútbol en las botas de los jugadores, pero parece haberles cortado también la pasión. En esta plantilla había fútbol de la calle, pícaro y extrovertido. Ya no queda nada de eso. Hay un solar emocional que no modifica nada ni altera el camino a Segunda B que parece ahora mismo inevitable.
Nada a lo que agarrarse
De fútbol y del partido en sí, casi es mejor ni hablar. Porque el Málaga volvió a salir a bajar revoluciones, a intentar que los minutos pasasen sin que nada sucediera. A buscar el fallo rival más que el acierto propio. Una falta de iniciativa muy preocupante. Y claro, no pisó el área de los vascos hasta la segunda mitad y para entonces ya perdía 2-0.
Los vascos, que evidentemente tenían motivos para estar más nerviosos y más preocupados que el Málaga, tuvieron soltura y frescura en las áreas. Aprovecharon un desajuste defensivo del Málaga para poner el primero por medio de Karrikaburu en el 36’. Se fueron al descanso con 1-0 merecido. Y el conjunto malaguista, lejos de salir con bríos renovados o con la intención de remontar, siguió mostrando el mismo guion lento y especulador.
Claro, así encajó el segundo sin oposición. Esta vez fue Roberto López (53’), que ya había avisado con dos disparos con antelación al tanto. Y a partir de ahí ya sí llegaron las prisas y las ganas de arriesgar. Metió Natxo González a Brandon y Vadillo. Y llevó más peligro. De hecho, Brandon, en el primer disparo a portería, lanzó el balón a la madera. Es inexplicable que el máximo goleador del equipo no salga de inicio en un equipo que tiene una alarmante falta de gol.
Lo intentó Vadillo, que pidió un par de penaltis, Paulino que reclamó un penalti claro. Escassi con un cabezazo o el propio Brandon, al que le sacaron un balón en la línea tras regatear al portero local. Pero no hubo manera e incluso pudo subir el tercero al marcador, pero fue anulado por fuera de juego por el VAR.
Un resultado deprimente y alarmante. Un guantazo a cualquier atisbo de brotes verdes que pudiera esperar el malaguismo. Es una derrota dura, es un machetazo a la esperanza y la ilusión. Sólo queda esperar que los cuatro de abajo acaben por no dar el salto definitivo, porque las curvas ya están aquí.