Se ha convertido en una costumbre que el Málaga en La Rosaleda no dé la talla. Y la bola cada vez se está haciendo más grande. Más y más. El paso de las jornadas, el consumir del calendario o las oportunidades, que se van una detrás de otra. Y el Málaga sigue ahí, anclado en el pasado, como Bill Murray en el Día de la Marmota. Solo que aquí, el desenlace es evidente si la situación continúa igual.
Lo cierto es que hay veces que parece que hay brujería o una mano negra detrás. Cosas esotéricas que se escapan a la razón. Porque casi por pura probabilidad, el Málaga debería equivocarse algún día y gana en su casa ante su gente. Pero no. Y da igual si sale al partido con mucha pasión y entrega, si lo hace bien o lo hace rematada mal y tiene un golpe de fortuna. Este Málaga está abocado al sufrimiento. Y mientras antes el malaguismo se dé cuenta, será mejor para todos.
Porque el runrún está en el estadio como un abonado más. Suena casi en el calentamiento. Y eso tampoco ayuda. Un buen Málaga en la primera mitad maniató al Andorra, lo arrinconó y le quitó la pelota. Adoleció de pegada, pero mostró un plan que tenía aroma a éxito. Pero en la segunda parte fue la otra cara del espejo. Pudo perder incluso por dos o tres goles, pero el cuestionado y casi acribillado Manolo Reina salvó los muebles. Esto es el fútbol. Y el malaguismo ya lleva un buen puñado de tazas.
La buena noticia es que Mel aún no ha perdido. La mala es que aún no ha ganado en tres jornadas. La efervescencia del cambio de técnico ya se ha consumido sin reacción clasificatoria. Ahora quedará esperar que su mano se haga notar cuanto antes. Su mano y su cabeza, porque da la impresión de que el problema es también muy mental.
Salida convincente
El Málaga salió convencido. Fue a buscar al Andorra a su campo, a su área y le quitó el balón. En los primeros 10 minutos el conjunto del Principado no sabía casi ni donde estaba. Pero los de Sarabia aguantaban el chaparrón y conseguían neutralizar al Málaga de Mel en los últimos metros. Presión alta, robo y precipitación en los últimos metros. Esa fue la tónica de casi toda la primera mitad, hasta que aguantaron las piernas blanquiazules y el Andorra tomó aire.
Por el camino, Jozabed robó al borde del área y asistió mal al Loren (13’) para fusilar. Y también al centrocampista sevillano le desviaron el tiro tras una buena combinación con Javi Jiménez y Rubén Castro un minuto después. El Málaga rondaba pero no acertaba a disparar a la meta de Lizoain. Hasta que N’Diaye, desde la frontal, lo intentó desviado.
El buen trabajo malaguista en el campo rival se hacía notar en el propio. Porque Reina fue casi un espectador. Y porque el árbitro fue demasiado permisivo con los andorranos. Al descanso, sin goles en un partido intenso.
Malo segundo acto
Y nada más salir de vestuarios, otro arreón. Un cabezazo de Burgos a punto estuvo de ser el primero, pero Lizoain se estiró hasta el palo para evitarlo (47’). Y Mel decidió mover el árbol. Dio entrada a Fran Sol y Luis Muñoz, que regresaba más de un mes después de su lesión, por Loren y Villalba (56’).
Y llegó el fallo de todas las jornadas, solo que esta vez no hubo que lamentar más daños. Mala cesión de Burgos atrás, mano a manos de Bakis y su disparo al lateral (60’). El miedo comenzaba a hacer mella. Empezaba el runrún. Y Reina emergió. En otro balón largo se la come la defensa y Germán se planta solo ante el meta malaguista, que esta vez paró el uno contra uno (63’). El Málaga jugaba con fuego, pero no quemaba al rival. Se estaban jugando los minutos más calientes del partido. Daba la impresión de que se estaba vendiendo el pescado. Y Mel dio otro giro de tuerca con la entrada de Ramón por Jozabed.
Y en ese caminar por el desfiladero, el Málaga aguantó. Rubén Castro lo intentó de semichilena (68’). Y a la siguiente, Reina volvió a salvar ante Bakis otro mano a mano. El conjunto blanquiazul había empeorado con los cambios y había perdido el control del balón y del partido. Ahora estaba donde el Andorra quería. Y se mascaba la tragedia.
Se marchó Febas, tieso, y entró Genaro (79’). Y con suspense, con VAR por medio y casi sin querer, el a Rubén Castro lo derribó Pastor en la frontal cuando era mano a mano (86’). El árbitro señaló fuera de juego, pero Moreno Aragón desde el VAR le rectificó. La falta la lanzó Escassi a la barrera, pero había minutos por delante para aprovechar la superioridad. Lo que pasó es que el Málaga no asustó, ni apabulló ni apretó. Perdió esa superioridad intentando buscar la jugada perfecta del gol. Y no aprovechó nada de nada.
El Málaga no perdió, pero tampoco ganó. Y eso, siendo el colista y jugando en casa, es un mal trago. El conjunto blanquiazul tendrá, casi sin tiempo para lamentarse, otra cita este miércoles. Esto no para.