Quizá haya sentimientos que usted no haya experimentado en su vida por el mero hecho de no ser malaguista. Por eso, para algunos el empate de chilena, en el último minuto y de un tipo que fichó el Málaga, fue vitoreado como nuevo ídolo (con canción rumbosa incluida) y ni siquiera pudo ser inscrito sería un guion enrevesado; pero para muchos otros no fue sino otra página más en la enciclopedia de disgustos blanquiazules. Y de esos, en esta ciudad, vamos sobrados.
El macabro 1-1 del domingo seguramente fue el interruptor definitivo para concienciar al incrédulo de que toca sufrir. Tras unas cuantas olas sospechosas, la amenaza de maremoto vuelve a hacerse real. Y no será porque no lo lleva avisando Manolo Gaspar desde hace tiempo. Y cuando decimos Manolo nos referimos al mejor interlocutor posible de la entidad: sabe el dinero que hay, sabe la plantilla que hay y le duele el club, que para eso es de la tierra y criado aquí. Y por si fuera poco, hace poco tuvo ofertas bastante más jugosas en lo económico y las desechó por seguir al frente del timón.
Algunos, y esto ya lo contábamos, en plena ola de victorias consecutivas caseras se olvidó de que el club está intervenido judicialmente. De que no hay más proyecto que sobrevivir lo más dignamente posible, capeando las penurias con el paritorio de la cantera. De que hasta que llegue un inversor serio tocará aferrarse a la permanencia como único objetivo plausible. Quizá alguno se olvidó de asomarse por la mirilla a ver que los miedos andaban esperando tras la puerta, aguardando a que alguien, preso de la euforia, volviera a abrirla.
En el club, en las altas instancias, andaban preparados para ello. A la espera de ver la catadura de la entereza en la plantilla, pues son los jugadores y su fortaleza o fragilidad mental los que hacen que la pelotita entre o no, también le toca jugar su papel al entorno. El entorno, sí, ese que devora equipos o los alienta por encima de sus posibilidades. Mueve ficha el aficionado.
Igual ante el Cartagena no fue mala combinación ese mal rato extemporáneo y la moraleja de tener al menos un punto más de ventaja sobre Amorebieta y Fuenlabrada, por más que el filial de la Real diera otro zarpazo. Porque ahora parece de verdad que se ven los colmillos al lobo. Y quizá que marcara Okazaki nos recordó una disyuntiva muy nipona: hacer huelga a la japonesa, trabajar más y mejor que nunca, u optar por hacerse el harakiri, una posibilidad que mejor no imaginarse.