Alejados ya del play off por el ascenso de manera casi irremediable, el Málaga CF vuelve a sufrir en el césped. Un dolor heredado de manera endémica de los despachos desde hace ya años y que amenaza con machacar hasta el inasequible aliento de la afición. El Málaga dinámico y reconocible de los meses de septiembre y octubre se ha tornado ahora en un equipo endémico y débil, que no sabe si atacar o defender; si construir o destruir; si reír o llorar... y al que le faltan armas, reconocidas por casi todos, pero ignoradas en el mercado invernal.
El Málaga parido en verano por José Alberto López y Manolo Gaspar nació desde la verticalidad. Presión arriba tras pérdida o rápidas transiciones desde campo propio, impulsadas por flechas como Brandon, Kevin o Paulino. Y eso le dio un resultado excelente en La Rosaleda, apoyado por nuestra gente, donde la debilidad en la medular se solapaba con la velocidad de los extremos y el aliento del graderío.
Pero la Segunda División es larga. ¡Qué digo: es interminable! Y los defectos, muchos o pocos, al final salen a relucir. ¿Recuerdan ustedes cuál era el centro del campo titular de la selección española campeona del mundo? Silva, Iniesta, Xavi, Cazorla, Cesc... No, no, no... Al igual que a mí, el exquisito fútbol de aquellos años me ha hecho traer a la memoria futbolistas de tremendo talento, pero de escaso físico, y que jugaban por delante del balón. Vicente del Bosque utilizó un doble pivote: Busquets-Xabi Alonso. Tipos con oficio, posicionamiento, desgaste y brega, además, por supuesto de su grandísima calidad.
Al Málaga, cuando ha salido fuera de casa con una medular compuesta por futbolistas de creación, le han abierto en canal y le han machacado sin contemplaciones. Hay pruebas palmarias, como todos ustedes ya saben y el calendario nos recuerda domingo sí y domingo no. Y esa indefensión lejos de La Rosaleda nos ha llevado a una situación de precariedad que se trasladó incluso a casa, donde un recién ascendido como el Ibiza se encontró con Ramón y Febas en el doble pivote. O sea, una invitación tácita a campar a sus anchas, a despellejarnos vivos y a destrozar la ya entonces escasa resistencia blanquiazul.
Y fue, precisamente, el equipo del citado Xabi Alonso el que nos acabó de quitar las costuras el pasado fin de semana, con una derrota ante el filial de la Real (otro recién ascendido) que, por inesperada, ha hecho que salten definitivamente todas las alarmas en Martiricos. Natxo González, el equilibrista contratado para salvar la caída en barrena, prima ahora la defensa al ataque. Decisión lógica en momentos de crisis, y más en Segunda. Pero a Natxo le falta, además de carisma, tiempo y piezas. Hizo mal el Málaga en no reforzarse en este mercado de invierno en la zona de atrás. El equipo necesitaba, a gritos, un central y un mediocentro defensivo. Un central porque Juande y las lesiones nos dejan cojos atrás. Y un 'stopper' porque tras la grave lesión de Luis Muñoz y la de Genaro, hace que se multipliquen las carencias de jugadores de ese perfil, lo que nos hace ser tremendamente frágiles en la medular.
El Málaga está en la encrucijada de su propio laberinto. Un camino abrupto donde lo deportivo y los 14 partidos finales de Liga (muchísimos) se solapan día sí y día también con un escenario pavoroso en lo institucional. El Málaga CF no puede estar 'intervenido' por más tiempo. Y no digo yo que la llegada del administrador judicial no fuera el maná para los intereses del club. Desde luego que fue muy beneficiosa y aportó mesura y organización en tiempos críticos. Si es por el jeque Al-Thani, el club estaría ya en el limbo, desmembrado y vendido al peso de su deuda. Pero la figura de un administrador judicial ha de ser temporal, no habitual. Una vez que el Málaga, gracias a la exitosa intervención de José María Muñoz, salió de la UVI, tendría que haber pasado a manos de unos propietarios dignos, que hubieran dotado de normalidad el día a día del club.
Imagino, por desgracia, que la normalización de nuestra entidad aún tardará en llegar. Que esa catarsis tan deseada está a la cola en los juzgados, donde aún se ha de reconocer quién es el legítimo propietario del club, quién representa al jeque y cómo y cuándo se hace efectivo el cobro del dinero perdido en esa maraña empresarial que envuelve al club. Mientras, nuestro Málaga se desangra y hasta los aficionados, ya hartos, piden explicaciones un domingo por la mañana a la vuelta del último fiasco de San Sebastián. Se piden menos post de Instagram, menos gilipolleces, y más compromiso y amor a un escudo. Igual que en los despachos, donde el club necesita con urgencia ser reconocible y contar con una estructura lógica, con propietarios reales y capacitados que representen los intereses de la sociedad y que acaben con esta situación de interinidad que se eterniza, para desgaste de la cúpula y caída libre del proyecto deportivo.