Nadie dijo nunca que el fútbol sea justo, pero no deja de doler ver que el Málaga le dio la vuelta a su imagen como si fuera un calcetín pero encontró el mismo destino que de costumbre: la derrota. Fue un buen Málaga. Fue una buena puesta en escena. Pero la diferencia es el gol. Y de eso adolece muchísimo este equipo. Y va sobrado el Girona, que le bastó un par de ocasiones para marcar su tanto. Los catalanes miran hacia arriba y los malaguistas, con miedo hacia abajo.
Hay quien lo achaca a las dinámicas y a todos esos estados emocionales que rodean al fútbol. La realidad es que el Málaga no se comportó como un equipo miedoso ni tampoco como uno que está luchando por sobrevivir. Compitió y bien. Pero la mala fortuna o la falta de acierto le condenaron a la derrota. Posiblemente haya sido el partido del curso que menos ha merecido perder, pero al final los resultados y los goles mandan.
Natxo, que ahora habrá que decidir en qué posición queda porque precisamente sus números son horripilantes, movió al equipo e introdujo seis cambios en el once inicial. El más llamativo, el de la portería. Pero atinó en dotar al equipo de más empaque. Puede que fuera una cuestión de todo lo que se coció durante la semana, con su ultimátum, las reuniones y demás. Pero fue otro Málaga. Y eso también habría que valorarlo para el futuro, porque nadie tiene unos polvos mágicos para cambiar a este equipo de la noche al día.
Buena puesta en escena
Es curioso, pero los mejores minutos del Málaga desde hace mucho tiempo llegaron cuando casi nadie daba un duro por este equipo. Cuando todos esperaban un equipo temeroso, nervioso y huidizo se encontró a un bloque unido, solidario y atrevido. Le plantó cara de salida al Girona, que venía como venía. Y le dio un buen meneo en los primeros minutos, sobre todo a partir del minuto 10. El equipo de Natxo mostraba una presión en bloque alto y buenas triangulaciones que llevaban el sello de la paciencia.
Paulino tuvo la primera de cabeza, tras centro de Febas, pero se fue rozando el palo (13’). Brandon disparó demasiado centrado, aunque potente (15’). Y Febas no estuvo fino en un mano a mano con Juan Carlos (15’). Algunos se frotaban los ojos porque éste era otro Málaga. Y aunque se igualaron las fuerzas con el paso de los minutos, Antoñín no llegó por poco a un pase de la muerte de Víctor (32’) en otra ocasión que hacía resistir el primer gol malaguista.
Respondió el Girona. Quitó Míchel, que no lo veía claro, a Sáiz por Iván Martín y el centrocampista se fue jurando en arameo. Pero Stuani estuvo a punto de remachar de escorpión un pase de gol. Y el propio Iván Martín buscó de volea el primero, pero Dani estuvo atento (38’). Eran buenos minutos malaguistas y el impás del descanso no era un invitado a esta fiesta blanquiazul.
Más méritos
Pero volvió el equipo de vestuarios con el mismo toque buscando el área rival. Y ahí gozó de las mejores ocasiones, con Brandon como protagonista en todas de ellas. Primero un tiro cruzado que se fue rozando el palo, luego un balón que no atinó a rematar en boca de gol y un paredón de Juan Carlos a un buen remate cruzado del bermellón. Todo en los primeros 15 minutos de la reanudación. Y dando la alta sensación de que el resultado estaba siendo muy injusto.
Movió el banquillo Natxo para meter a Genaro y también a Kevin por Brandon y Febas (70’). Y poco después dio entrada a Adrián López, que se estrenaba como malaguista (81’), por Paulino. Pero el jarro de agua fría estaba por llegar. Un balón filtrado al área malaguista que controla Nahuel Bustos, Peybernes se pasa de frenada y fusila a placer (83’). Era muy injusto. Pero es la diferencia entre tener gol o no tenerlo.
Natxo metió a Vadillo y a Roberto en busca de una ocasión que ni siquiera llegó. El partido ya estaba muerto. No se volvió a jugar porque el mazazo fue duro, doloroso. El Málaga sigue cayendo y ahora le tocará jugar este sábado en Anoeta, con la camiseta del Alcorcón. Agárrense porque el infierno ya está aquí.